La libertad… ese placer, ese compromiso, esa virtud que nos auxilia a transformarnos en demonios o en ángeles, nos ayuda a hacer este ejercicio posible.
Todo cimentado en y de nuestro raciocinio.
Nuestras más simples fantasías de la niñez, nuestros recelos más inexactos, nuestra forma de implantar el contexto perfecto.
Esa simpleza con la que vivimos un mundo íntimamente de nosotros, esa forma de calmarnos en momentos aterrantes y aquietarnos en tiempos suspendidos, esa forma la hace posible la unión de explosiones dentro de nuestro cerebro.
Cuando hacemos la acción abstracta podemos destruir el mundo con un parpadeo. Tenemos esa fuerza de besar y acariciar la vida tan abismalmente… tan eternamente.
Colgamos nuestros sentidos como dos labios lo hacen en una mejilla y recordamos, vislumbramos, analizamos lo ya sucedido, lo que nos hizo mostrar un gesto en nuestro rostro.
Organizamos representaciones como sólo una maquina lo haría.
Generamos un artefacto del tiempo objetivo o subjetivo que nos lleva a viajar por toda la eternidad, por todo el globo, por toda nuestra vida hecha o por lo que nos acecha.
Logramos lo que jamás alcanzaremos, proveemos una ojeada de lo que ambicionamos de la vida y creamos con ello lo que se nos venga en gana.
Esa es la hermosa virtud, la terrible maldición que poseemos, que establecemos y que nutrimos jornada tras jornada y se apoda imaginación…
DaNiEl´S gRiM
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τσdσs lσs Dεяεcнσs яεsεяvαdσs.
cσρчяιgнτ ©2010
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