“La hoja bruja”

Mi mundo de infancia


…Allá por 1963, cuando cursaba el tercer año de primaria, llegó al salón de clases la maestra María, fue esta mujer el ser humano más agresivo que he conocido, claro después de mi padre y mi hermano mayor.

La maestra María era una anciana con una fuerza y una energía extraña que no compaginaban a una simple y pronta impresión. Su cara era arrugada hasta el extremo, nunca pude imaginar cuantos años tenía; su mirada era penetrante y pesada, la escudaban unos lentes desde los cuales recorría estudiosamente y con frialdad a los cuarenta niños que tenía enfrente.

Para mí fue un reto estar en el grupo de la maestra María. Mis hermanos mayores trataron de evitar por todos los medios de que esta maestra me tocara, pero yo, por necio me apresuré a llevar mis documentos de inscripción para así quedar en el salón de la maestra María. Hasta hoy en día y a pesar de todo no me arrepiento, tal vez sea una de las pocas cosas que he logrado.

Ante ningún otro maestro poníamos tanta atención como con la maestra María. Esa mañana llegó vestida de negro con un collar de perlitas blancas.

- Hoy haremos otra cosa para empezar el día, saquen su cuaderno- dijo con una seriedad que en lo personal no me espantó tanto.

Se escuchó el ruido de todos moviéndonos con rapidez y poniendo el cuaderno sobre la paleta de nuestra silla y… en silencio nuevamente…

A la maestra le gustaba sentir ese silencio mientras nos recorría desde sus lentes… la vara con la que nos pegaba estaba recargada en la pared, bajo el pizarrón, otras veces sobre el escritorio, esta vez la tenía en la mano.

La maestra comenzó a colocar sobe el cuaderno una hoja negra.

- No toquen nada- dijo la profesora.

- ¡no la toquen!- dijo gritando soltando un pesado coscorrón al que se atrevió a tocar la hoja negra.

Conforme repartía las hojas, volteaba furtiva a observar para ver si alguien más se atrevía a no respetar su orden. Y así fue, volvió en reversa sobre sus pasos y lo vio de frente…

- ¡no te bastó con ver lo que le hice al otro estúpido! ¿tanto les cuesta obedecer?- agregó mientras tomaba al compañero del clavillo o patilla con sus dedos huesudos, con unas uñas largas y pintadas de rojo.

Cuando le tuvo bien agarrado de los cabellos le dio un jalón hacia arriba, aquel niño casi se puso de pie pero la maestra que lo sabía todo, lo mantuvo sentado con la otra mano donde llevaba las hojas negras.

- Hoy es un día especial, de lo contrario te sacaba a patadas de mi salón- terminó diciéndole al niño.

- Escuchen bien porque solo lo voy a decir una vez. Su hoja tiene una cara liza y brillante… ¿sí?

- ¡si maestra!- respondimos

- La otra cara es opaca… brilla mucho menos, así que es muy fácil de distinguir, sin embargo estoy segura que muchos de ustedes cometerán tarugadas-nos dijo afirmándolo- Van a poner la hoja negra bajo una hoja limpia de su cuaderno… la cara brillante queda hacia arriba… a la vista… la cara opaca hacia abajo ¿listos todos?

- ¡si maestra!

- Bien… eso espero, no maltraten la hoja porque se las recogeré al final… escriban lo que les voy a dictar:

· Debo ser buen hijo respetando a mis padres

· Debo ser buen hermano

· Debo cuidar y respetar la tierra que me da de comer

· Debo estudiar para ser un buen ciudadano y un digno hijo de dios

- Repito y chequen sus garabatos… terminamos. Bien… ahora levanten su hoja, saquen la hoja negra y vean la hoja de abajo.

Un murmullo de sorpresas se escuchó en todo el salón. Tomé la hoja negra, la vi de un lado y de otro… era una hoja mágica… era… era una hoja bruja…

Vi a la maestra María con admiración… no era una bruja como muchos decían, más bien era una mujer que infundía miedo, mejor dicho terror ya que aparte de los varazos que nos propinaba que llegaban hasta lo más recóndito de nuestro ser, los golpes en la cabeza con el borrador, las patadas con sus zapatos puntiagudos y no se diga cuando se quitaba el zapato y nos pegaba con el largo tacón; esa maestra tenía poderes y ese día lo comprobé con aquella extraña hoja negra. Cuando llegué a casa mi madre cocinaba en su estufa de petróleo, ya que aún no existía el gas; me apresuré a contarle a mi madre la cual, desde su realidad, también se sorprendió…

Años más tarde cuando yo estudiaba la prepa, la vi de lejos y me quedé estupefacto. Era ella, la misma, la maestra maría y… estaba igual, no había cambiado en nada… me quedé tan sorprendido que no le hablé ni la saludé. Esta acción me ha dolido toda mi vida. Lo que me tranquilizó fue que esa mañana que la vi, sentí en ella un aire diferente, un aura más apaciguada la envolvía.



CarDarú & DaNiEl´S gRiM (redactor)

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